EDUCACIÓN
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El comienzo de la Red Arenales y, concretamente, del primero de sus colegios, Alborada, estuvo marcado por un pequeño acontecimiento que cambió el rumbo del proyecto.
Autoría: Chema
05 de junio de 2023
2 min de lectura
Era el año 2009 cuando la Fundación Colegio Alborada había ganado la concesión de un terreno cedido por la Comunidad de Madrid para uso educativo. Este grupo promotor pretendía dar respuesta a la fuerte demanda, existente ya entonces, de centros educativos con clara orientación cristiana. Pero una vez iniciadas las obras, empezó a surgir una fuerte oposición contra el colegio por parte de algunas personas, que buscaban poner en contra a la opinión pública, y que lograron incluso que se cometieran ataques violentos.
A falta de pocos meses para el inicio de curso, sólo se disponía de una caseta de obra, en la que los nuevos alumnos podían matricularse. Con tantas dificultades, y ante la cercanía del curso académico, el grupo promotor estaba muy preocupado por estos ataques que ponían en grave riesgo esta iniciativa educativa. Pero el 22 de abril ocurrió algo inesperado que dio un vuelco a la situación. Un obrero llamó la atención de quienes estaban comentando la posibilidad de desistir con la construcción del colegio. De hecho, sin la aprobación popular y sin edificio escolar, ¿era viable continuar?
Los niños empezaron a apuntarse en gran número, fueron desapareciendo las dificultades iniciales y, en septiembre, la obra estaba terminada.
El empleado contratado para hacer el movimiento de tierras, desde su excavadora, había visto por casualidad, entre la tierra removida, un pequeño objeto, que ahora les enseñaba con cara de asombro. Se trataba de un crucifijo de metal, que llevaba bajo tierra quizá mucho tiempo. Los allí presentes tardaron unos minutos en asumir aquel simbólico acontecimiento. Sin duda, muchos de ellos habían estado rezando para saber tomar la mejor decisión, ante unas dificultades que no cesaban y que les superaban.
El golpe de gracia vino al observar detenidamente ese pequeño crucifijo sucio y desgastado, que tenía grabadas las palabras “Cuento contigo”. Si todo había sido una casualidad, el grupo allí reunido vio en aquel hallazgo una perfecta concatenación de casualidades muy bien preparada por Dios para premiar sus esfuerzos y seguir impulsándoles en su propósito. Y así fue. En efecto, a partir de ese día, la historia del colegio tomó un rumbo distinto. Los niños empezaron a apuntarse en gran número, fueron desapareciendo las dificultades iniciales y, en septiembre, la obra estaba terminada.
Años después, una madre del colegio investigó un poco más, y descubrió que ese crucifijo, por sus características y las apenas legibles inscripciones, provenía de un Cursillo de Cristiandad celebrado allá por los años 80. Es tradición que cada uno de los cursillistas reciba un crucifijo, que conservará como algo muy valioso, para toda su vida. Pero si, por un casual, alguno lo pierde, sabe bien que, compensando su tristeza por la pérdida, aquel crucifijo se ha extraviado porque tiene que cumplir una misión.
El Colegio Alborada no dejó de crecer desde su comienzo. Además de ser el primer colegio de la Fundación Arenales, es uno de los de mayor crecimiento. Hoy, Alborada, además de un colegio de gran prestigio académico, se ha convertido en un gran medio de evangelización, porque a muchas familias les ha ayudado a hacer presente a Dios en sus vidas. Aquella pequeña cruz es como una piedra fundacional, que recuerda que las dificultades siempre estarán presentes, pero que vale la pena afrontarlas cuando la causa merece la pena y, sobre todo, si se tiene la seguridad de que Dios cuenta con cada uno.
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