IDENTIDAD CRISTIANA
IDENTIDAD CRISTIANA
Con la llegada de la Semana Santa, millones de cristianos en todo el mundo se preparan para conmemorar los últimos días de Jesús en la Tierra, su Crucifixión y, finalmente, su Resurrección. Este período supone un momento de reflexión, oración y conversión para la comunidad cristiana.
Autoría: Don José Ignacio Garrote | Capellán Nclic School
18 de marzo de 2024
2 min de lectura
Es la semana más importante para los cristianos porque Jesús va a terminar su paso por la tierra, muriendo en la Cruz y resucitando al tercer día para darnos la Vida nueva: ser Hijos de Dios.
Él sabía que eran sus últimos días en la tierra, pero los que estaban con Él, los apóstoles, no lo sabían…
Entonces Jesús, viendo que le quedaba poco tiempo nos dejó unos regalos enormes, de suma importancia para que nos sirvieran para ser fieles discípulos suyos y que nos facilitaran el camino hasta el Cielo.
Vamos a repasar esos regalos… y te recordamos lo que pasa cada día:
La Semana Santa, que se inicia con el Domingo de Ramos, marca el comienzo de una serie de eventos que culminan en el Domingo de Resurrección. Es un momento crucial en la fe cristiana, ya que recuerda los eventos que forman la base de la Salvación y la vida eterna.
Este día conmemora la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, donde fue recibido por multitudes que extendieron sus mantos y ramas de palma en su camino. Este evento es significativo ya que marca el inicio de la Semana Santa y simboliza la aceptación y aclamación de Jesús como el Mesías.
Este día generalmente se dedica a la reflexión sobre la traición de Judas Iscariote, uno de los discípulos de Jesús, quien acordó entregar a Jesús a las autoridades religiosas a cambio de treinta monedas de plata. También se considera un momento para contemplar la enseñanza de Jesús en el Templo de Jerusalén y su preparación espiritual para los eventos que se avecinan.
En este día, Jesús continuó enseñando en el Templo y pronunció varias parábolas, incluyendo la del buen samaritano y la de las diez vírgenes. También advirtió sobre la hipocresía de los líderes religiosos y predijo su propia muerte y resurrección.
Se le conoce comúnmente como el «Miércoles de la Pasión». En este día, Judas Iscariote finaliza su acuerdo para entregar a Jesús y comienza a planificar la traición. También Pedro, en aquella noche de traiciones, niega al Señor tres veces. El que sería fundamento de la Iglesia lloró su pecado con lágrimas de amor; a Judas, por su parte, le faltó la humildad de volver a su Señor para reconocer su pecado. Pedro mantuvo firme la esperanza, mientras que el Iscariote la perdió, no confió en la misericordia del Señor. Este día también marca el inicio del Triduo Pascual, que incluye la celebración de la Última Cena de Jesús con sus discípulos.
En la última Cena con sus discípulos –que era la última lo sabía el Señor pero no los discípulos– nos deja unos regalos impresionantes:
El primero que lava los pies a los discípulos. Era tarea reservada a los esclavos menos importantes de una casa y precisamente Jesús elige esa tarea enseñándonos que no puede haber nada que nosotros no estemos dispuestos a hacer por los demás.
El segundo regalo también es impresionante: es la Sagrada Eucaristía. Al pronunciar las palabras sobre el pan y sobre el vino, nos deja el mayor de los regalos que nos podía dar: El mismo. Escondido en el pan y vino eucarísticos siempre nos acompañará; desde ese pequeño cofre que es cada Sagrario será nuestro compañero de viaje hasta el fin de los tiempos.
Si tuvimos una gran ilusión cuando hicimos la Primera Comunión, debemos mantenerla siempre porque Jesús, cuando entra en nosotros, lo bendice todo, lo transforma todo, lo ilumina todo, lo hace nuevo todo…
El tercer regalo es el sacerdocio. El señor elige a algunos de entre sus discípulos y los hace sacerdotes para que nos traigan los tesoros divinos de su parte. Debemos rezar incesantemente para que haya muchos sacerdotes en el mundo y entre nosotros.
¡Qué triste es el Viernes Santo!
Si no tuviéramos fe el Viernes Santo sería un absoluto desastre, un fracaso estrepitoso de nuestro señor Jesús. Todo lo que hizo y todo lo que enseñó sería una doctrina falsa y tratar de seguirle, una pérdida de tiempo…
Después de haberle hecho sufrir de mil maneras, entre los sumos sacerdotes Anás y Caifás, entre los soldados romanos, entre Herodes y sus cortesanos, entre el pueblo que le gritaba desaforadamente por las calles… lo crucificaron y lo levantaron en el monte Calvario, junto a dos ladrones.
¡Cuánto te costamos, Señor, qué precio tan alto tuviste que pagar para que nosotros pudiéramos ir al cielo! Debemos darnos cuenta de que nunca haremos lo suficiente para corresponder al amor inmenso que Jesús nos demostró el Viernes Santo.
Sería un día sin esperanza si no tuviéramos fe… pero sabemos que al tercer día resucitará y toda la tristeza y congoja de este día se transformarán en una alegría desbordante, en una esperanza cierta.
Este día sí que es triste: durante todo el día el Señor está enterrado en el sepulcro, muerto, sin vida, frío. Jesús yace en el sepulcro que José de Arimatea le prestó y que junto a Nicodemo y las santas mujeres lo aderezaron y le pusieron allí al bajarlo de la cruz. Los discípulos no sabían que iba a resucitar, así que después de cerrar el sepulcro con una gran piedra, su fe se apagó, su esperanza también. Su amor no, pues seguían amando al Maestro… pero veían que había muerto. Ese amor acabaría por olvidarse. Solo la
Virgen María conservó la fe y supo esperar, por eso no fue al sepulcro cuando salió el sol el domingo.
Si fue enorme el desánimo en los días de la Pasión del Señor, el domingo de Pascua al ver los discípulos a Jesús se llenaron de una inmensa alegría. Aunque al principio estaban desconcertados, aterrados y sin saber qué hacer o decir. Pero Jesús les sacó de sus dudas, les mostró sus manos y sus pies, la herida de su costado, comió y bebió con ellos y les demostró de muchas maneras que estaba vivo: Esa es nuestra esperanza. La fe se fortalece al contemplar a Jesús resucitado.
En este resumen de los días de la Pasión de Jesús, podemos encontrar un pequeño apoyo para vivir nuestra fe cristiana con un poquito más de piedad, con un poco más de amor. Y le pedimos al Señor, poniendo como intercesora a su Madre santísima, que nos aumente la fe, que nos aumente la esperanza, que nos aumente el amor.
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